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Mensaje de Navidad

Pbro. Don Guillermo Aragón



18 de diciembre de 2023

Cada vez faltan menos días para la Navidad. ¿Cómo podemos prepararnos mejor para esta celebración? ¿En quién nos podemos fijar? El Adviento es un tiempo litúrgico en el que está muy presente la Virgen María. Por eso podemos fijarnos en ella y acompañarla en estas semanas previas al Nacimiento de su Hijo. El tiempo de Adviento es tiempo de espera. Pero no de una espera pasiva, ni tampoco de una espera impaciente, sino de una espera llena de esperanza. La preparación para la Navidad debe ser una espera activa porque queremos buscar en estos días un mayor trato con Jesucristo y con la Virgen. También con san José, a quien no podemos separar de ellos dos, mucho menos en estos días que se avecinan de la Navidad. Una espera activa en el servicio y en la caridad con los demás, empezando por quienes tenemos más cerca. En la Navidad tenemos muy presente a la Sagrada Familia. Los nacimientos que vamos encontrando en distintos lugares nos ayudan a meternos en la intimidad de ese hogar. Le podemos pedir a Dios que nuestras casas sean un reflejo del hogar de Belén, que en nuestras familias se viva el mismo amor que en la familia de Jesús, José y María.

Se suele decir que la familia es el lugar donde se te espera y donde se te quiere. En la familia siempre nos esperan, porque en la familia nos quieren siempre. Así espera la Virgen a Jesús. Lo espera con un gran amor. Y así nos espera Dios cada día a cada uno de nosotros. El Señor nos espera siempre, porque somos sus hijos, porque nos ama de verdad. Esta consideración nos llena de esperanza. Estamos esperando la Navidad. Espera y esperanza tienen la misma raíz. Y es así porque la virtud de la esperanza nos hace pensar en una meta que todavía no hemos alcanzado plenamente, la meta del Cielo, pero que ya la estamos alcanzando si nos decidimos cada día a responder al amor de Dios, que eso es la santidad. Pero en cuanto no hemos alcanzado plenamente esa meta debemos esperar. No hemos alcanzado plenamente la santidad, pero la estamos alcanzando, y la vamos a alcanzar completamente, porque contamos con los medios. Contamos con la gracia del Señor que Jesús trajo a la tierra. El Niño nace en Belén para hacernos miembros de la mejor de las familias, de la familia de Dios. Somos hijos de Dios. Y Dios ha querido que las familias de esta tierra sean imagen de la gran familia del cielo. Aprendemos que Dios es Padre en la propia familia; aprendemos que la Virgen es Madre en la familia; aprendemos que Jesús es nuestro hermano en la familia; aprendemos que el Espíritu Santo es amor en la familia. Jesús ha venido a santificarnos, y a santificarnos a través de la familia. La Iglesia es familia, es la familia de los hijos de Dios, y cada uno de los hogares es, como decía san Juan Pablo II, iglesia doméstica, lugar de salvación, lugar de encuentro con Dios, lugar donde se enseña y se vive la fe, lugar donde se aprende la caridad, el servicio, la generosidad, el perdón y la misericordia. Le pedimos al Señor que nuestras familias sean reflejo del hogar de la Sagrada Familia. Que en esta Navidad Jesús, María y José estén muy presentes en nuestras casas y que aprendamos a querernos con el amor que se vive en el cielo.

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